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¿Por qué no podría tener Camila dos mamás?

La pregunta que niños y adultos deberíamos hacernos

EDUARDO REYME

EDUARDO REYME

Publicado: 2016-11-02


Ferrari, Verónica (2015). ¿Camila tiene dos mamás?  Lima: El armario de Zoe.

Lo primero que llama la atención del primer libro de cuentos de Verónica Ferrari titulado “¿Camila tiene dos mamás?” no debería solo remitirse a los reclamos que bien hace su autora como activista LGTB a través de la ficción, sino que el cuento en sí debería abrir la discusión y hacernos pensar por qué, en la larga historia de nuestra literatura, no ha habido más Camilas poseedoras de esa inmensa pregunta que las agobia y no las deja ser felices, ¿o es que acaso alguien cree realmente que ese drama por el que pasan niños y niñas no existe?

“¿Camila tiene dos mamás?”, escrito así, con signos de interrogación y no de manera afirmativa, impele al lector con la siguiente pregunta: ¿Por qué no podría tener Camila dos mamás? Y es desde ahí, desde su título, que la búsqueda de tal respuesta responderá al punto de enunciación desde donde nos encontremos cada uno de nosotros como lectores en torno a las causas LGTB, silenciadas e invisibilizadas por no pertenecer al canon. Por supuesto que Camila podría tener dos mamás, y tal como expone el maestro en la parte final del cuento, no solo eso, sino que podría tener otro tipo de familia que escape a su propio conocimiento. 

En su mayoría, siento que muchos periodistas de diarios culturales han mostrado su atención porque el libro haya sido hecho por una activista LGTB, y parecen haber olvidado el cuento en sí, el cual busca poner como tema central la felicidad de una niña que no logra consumar su tranquilidad por las personas que la rodean. Justamente ese espacio hostil está conformado y construido por adultos que con sus prejuicios ocasionan que la mejor amiga de Camila, Rocío, se distancie de ella. Este último personaje es interesante porque en el cuento ella busca saberlo todo, pero cuando logra enterarse del tipo de familia que tiene Camila, se da cuenta que el conocimiento que ella busca está condicionado por el tipo de formación cultural que posee.

Camila es una niña que lo único que parece anhelar es salir airosa de esa inmensa pregunta, lo cual indirectamente hace una crítica al mundo adulto, puesto que, el que una niña tenga ese tipo de aspiraciones, solo refleja la crueldad de una sociedad acostumbrada a aceptar tipos de familia tradicionales que, por ende, anulan los antagonismos borrando las diferencias.

“Yo no dejaba de pensar, en todo el viaje, que por esa sonrisa iría a cualquier lado”, le dice Patty a la pequeña Camila, acerca de cómo conoció a Lucy, su otra mamá, y entonces nos enternecemos y nos damos cuenta de que la otra arista adicional a la felicidad de una niña como Camila es la felicidad colectiva, una felicidad que pareciera estar negada o no permitida en épocas donde el mundo capitalista pareciera querer fabricar hasta nuestras propias formas de ser felices y amar. En ese sentido, el cuento busca dejarnos preguntas como aquella que nos dice: “¿Por qué el amor tiene que preocuparnos más que la violencia?”, y es verdad, ¿qué de violento puede ser el amor sobre la violencia particular que emana del odio?

La inmensa respuesta de Camila, esperada con una valentía que sorprende, está, digámoslo así, firme y segura por la información que posee, dicha información es la misma de la que adolecen las personas que, asustadas en la vida real y en el cuento, reflejan el temor por lo desconocido y dejan que este sea cubierto por aquellos mitos que es importante disolver desde la escuela para no formar niños y niñas que se sorprendan con las diferencias y aspiren a cosas que vayan más allá de responder preguntas que no existirían en su pequeñas mentes, si los adultos al menos les comunicaran que no todos somos iguales y con ello los dejaran ser libres y felices.

Camila tiene dos mamás, así, sin signos de interrogación, no solo narra la historia por la que muchas familias LGTB pasan, sino que narra el drama por el que pasan los más pequeños por no encajar en sociedades fabricadas con las taras del mundo de los adultos. Esa felicidad que afirma tener Camila al final, nos debe hacer pensar que debemos ser muy mezquinos como seres humanos para posicionar nuestras propias miserias y negarle a los niños y niñas de nuestro país el derecho de crecer con la información justa para no seguir inventando inmensas preguntas y tener, por el contrario, inmensas respuestas.


* Eduardo Reyme es escritor y director de la editorial Vivirsinenterarse.


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Feministas

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