Trans-gresión para desafiar los prejuicios de género
JAIME QUINTANA GUERRERO Y CLAYTON CONN
Lía la novia, activista transgénero, quiso hacer de su cambio un acto político pero basado en la ternura, el gozo y el compartir. El resultado: su celebración de XV años en el centro de la Ciudad de México.
México, DF. Después de escuchar las historias de rechazo, anonimato y tristeza de sus hermanxs transexuales, Lía, artista y activista, buscó la forma de hacer de su propia transición un acto de crítica política feminista basado en la ternura. Así, comenzó a preparar una fiesta de Quince Años en un espacio público “tomado” por la gente en Tepito.
Fue con los de abajo, gente de Tepito, visitantes de la plaza y quienes van semananalmente tras el Sonidero de Laura (que amenizó la fiesta) con quienes Lía celebró este reto a las ideas de género, que llamó “Fiesta de XXY años”. Después de su presentación, “Nadie sabía mi identidad de mujer transgénero hasta que tomé el micrófono y me presenté a mi misma en sociedad, como la quinceañera”, relata Lía.
“Nací en la colonia Portales, tengo 25 años y lo importante de decir es que soy una persona transgénero y me dedico al arte. Abordo esta cuestión desde un activismo transfeminista”, afirma Lía en entrevista. Esta artista optó por transgredir los estereotipos sociales por medio de intervenciones en espacios públicos de la Ciudad de México. “Mi posición política es poner el cuerpo y oponerse”, explica la activista.
Lía denomina a su corriente de activismo “poner el cuerpo” y “Encuentros Afectivos” y se trata de intervenir “desde las acciones más simples y cotidianas como la ternura, el amor, el arte, la pedagogía del cariño”, explica.
La artista tuvo formación académica en Artes, en la Universidad Nacional Autónoma de México. “Yo tenía urgencia de hablar de este tema tan íntimo como es lo trans, en cómo iniciar una transición corporal de género y subjetiva pero desde algo completamente estético y político”.
“Cuando obedeces las normas estéticas, de comportamiento, de género y de conducta en esta sociedad, estás siendo invisible pues estas dentro del orden social, nada pasa, todos te miran y dicen, ah, esta persona esta normada. Ponerte visible en el espacio público es desobedecer a esas normas”, abunda.
Explica que en cada una de las historias de sus amigos trans encontró como constante el rechazo, la represión y la tristeza. Lía quería iniciar su proceso de transición, pero no de la forma en que le relataban sus amistades. “Tuve que pensar y decidir, estamos en la misma sociedad, por supuesto que me puede tocar lo que a ellas les pasó, pero ¿cómo le puedo hacer para transformar estas experiencias?” .
Así surgió la idea de la fiesta de Quince Años, muy arraigada en la cultura popular, pero a la vez, concibe la artista, un acto transgresor y político, de gozar y compartir, “mis invitados son las personas que transitan por el espacio público” comparte.
La construcción de la celebración
Lía estudia los lugares donde puede llevar a cabo algún acto de este activismo de amor, incluso en contextos precarios, donde muchas veces falta información sobre otros contextos e identidades, afirma. “Creo que con mis encuentros afectivos me interesa que queden abiertas otras propuestas de género, de comunicación, de concebir los cuerpos”
La más reciente Trans-gresión afectiva (como llama a sus intervenciones) fue la realización de su fiesta de Quinceañera en la Plaza de la Solidaridad, aun lado de la Alameda Central, de la capital de México. Este espacio fue el antiguo convento de San Diego en la época de la Colonia -donde se ubicó la Inquisición y se condenaba a renegados, brujas y rebeldes, además de cementerio de religiosos- se convirtió en un hotel que se derrumbó durante el sismo de 1985, y ahora es un espacio público, refugio de vendedores indígenas expulsados en su mayoría de la Alameda, la segunda plaza más importante en ciudad.
En la Plaza de la Solidaridad se dan cita artistas, sonideros y parejas de todos los sexos. La activista explica que los vendedores que aquí trabajan se instalan sin permiso de las autoridades, “realizando una acción que es tomar el lugar a pesar de que la policía les dice que no y que no”. Por eso a Lía le interesó este espacio, tomado y con un ambiente “festivo, familiar, amigable y abierto a las identidades”, describe.
La ceremonia de los XXY años tuvo como propósito para Lía despedirse de un cuerpo para entrar en un cambio constante. “Comencé a llevar a cabo esta transición desde dos arquetipos mexicanos, la novia en la boda y los Quince Años, identidades muy específicas de lo femenino, donde la mujer pasa -en el caso de la quinceañera- de ser una niña a ser una mujer, de ser virgen a ser no virgen, y en el caso de la novia, de ser soltera a casada, de ser una persona individual a ser de otra persona”, explica Lía
.Sábado tras sábado aquí se escucha al Sonidero Laura y la gente se congrega a bailar. “Siempre que pasaba veía a la gente bailando y sonriente, podías ver de todo y yo decía, qué padre, es un ambiente muy diverso”. La activista se acercó a comentar su propuesta de compartir su transición con la gente “en un lugar tomado, donde evidentemente crece la transgresión”.
“Ésta es una propuesta más activista”, señala. “Empiezas a ser visible. No solamente se trata de irrumpir con otra propuesta de otra corporalidad en el espacio público, sino de entender a los otros que son parte de ti, saber que hay otras realidades, otros estilos de vida y otras formas de estar, de poner el cuerpo en el espacio”.
Otra forma de hacer feminismo
A Lía le presentaron a los chicos destinados a ser los chambelanes en sus coreografías, y “comencé a hacer un trabajo antropológico/amoroso para poder entrar a un grupo que ya estaba conformado; son chavos que han estado en la cárcel o en la frontera detenidos por mucho tiempo, son de Tepito, de la Obrera, de la Moctezuma, trabajan de cargadores”.
La artista señala que su trabajo con el grupo de bailarines fue también pedagógico y centrado en el afecto. “Es un tema que me interesa, la política feminista, cómo hacer transgresiones al Estado pero no desde el feminismo más arcaico, desde el odio, la rabia, o el enojo. Le dije a los chavos que también he sido muy rebelde desde el momento en que empecé a rechazar mi masculinidad”.
Los jóvenes manifestaron su desconcierto por no poder establecer si la activista es hombre o mujer. Lía se dedicó a “desestabilizarles” la idea de género y darles a entender que ambas (chico/chica) son muy importantes. “Todo esto genera un recuerdo y un aprendizaje, que es parte del objetivo de hacer este encuentro: dejar en la memoria un acto”.
“Yo vengo con la educación de hacer una familia, criar hijos, ponerme un traje y a cargar. Me despido de una manera lúdica de eso que me impusieron y replanteo mi identidad como persona transgénero. No es una transición total donde me esté convirtiendo de mujer a hombre o de hombre a mujer, sino una transición más en espiral, en la que experimento con ambas identidades -que es lo que tengo- y se crea algo completamente nuevo, una identidad más crítica, una feminidad en tránsito”, explica Lía.
31 de marzo de 2014