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“Atacada” o lecciones de cómo NO hacer una película sobre violencia sexual

Milagros Olivera

@NoUsoColet

Publicado: 2015-03-17

Mis expectativas respecto a Atacada eran positivas. Realmente consideré posible presenciar una película peruana aguda, que interpele al espectador sobre la violencia sexual contra la mujer.

La realidad fue otra. Me vi frente a una pantalla que reproducía cuerpos violentos, capaces de darle a la justicia el rostro de un hombre. Cuerpos que estereotipaban, que juzgaban. Personajes construidos en base a prejuicios, repitiendo las líneas de un guión escrito desde la ignorancia e infantilizando a las mujeres.

La película cuenta la historia de Andrea Sánchez (Erika Villalobos). Ella fue violada sexualmente por Rodrigo Altamirano (Jason Day) un hombre poderoso, dueño de la empresa en la que labora como secretaria.

Andrea es una mujer que asiste a una fiesta y no baila con nadie, tampoco toma. En lugar de divertirse, espera a que su novio la recoja. Además, repite varias veces que está comprometida. Andrea es buena, pues. Andrea no es promiscua, no es una pendeja.

Bajo esta lógica la conclusión es clara; Andrea no merece ser violada. Esta me parece una idea base bastante peligrosa para construir un personaje que es víctima de violencia sexual. Es decir, ¿se pretende que el espectador piense que Andrea no merecía la violación porque es una mujer ‘decente’ o, como dice su padre en una parte de la película, una ‘chica de su casa’?

A partir de este razonamiento se desprende la siguiente interrogante: ¿Si hay mujeres cuyo perfil determina que no merecen ser violadas, significa que hay mujeres cuyo perfil dictamina que sí merecen ser violadas?

La verdad es que ninguna mujer, bajo ninguna circunstancia, en ninguna parte del mundo, merece ser violada.

PATRICIA

Pero Andrea tiene una amiga de nombre Patricia. Ella sí bebe alcohol, sí baila y además se excita. Patricia (Pierina Carcelén), desde una óptica machista, tiene una conducta reprochable.

Además, es una mujer desleal, porque a pesar de haber presenciado el ultraje del que fue víctima Andrea, se refugia en los brazos de Gonzalo (Christian Rivero), quien a la sazón es el mejor amigo de Rodrigo.

Las escenas posteriores demuestran que la relación entre ambos se basa en el sexo, y ella prefiere preservar ese vínculo sexual que el vínculo amical que la une a Andrea. Cuando es llamada al juicio para declarar, miente y deja a su supuesta íntima amiga como una mentirosa, a sabiendas de que su testimonio puede exculpar al agresor.

Patricia acepta el argumento de la defensa; que Andrea y Rodrigo eran amantes. Nuevamente en el relato se hacen evidentes los estereotipos que terminan por regir la historia. Es decir, una mujer sexual no puede ser nunca, y en ningún sentido, una buena mujer. La lealtad no es exactamente una de sus características, porque la amoralidad domina todas sus acciones.

Andrea pierde el juicio (esta es la mejor parte de la película, porque expone las deficiencias de las que hace gala el sistema judicial peruano al momento de juzgar a una mujer que es víctima de una violación sexual) y decide no apelar. Está en todo su derecho. Su padre, quien estuvo a su lado durante todo el proceso, muere. El juicio lo desgastó. Que su hija sea acusada de promiscua y de amante de un hombre casado significó su sentencia de muerte. 

El mensaje de esta escena es preocupante: Mujer, no denuncies que fuiste violentada porque los tuyos van a sufrir. Piensa siempre en el otro antes que en ti misma. Pon la otra mejilla.

Su novio dio por terminada la relación y se hizo aficionado al placer otorgado por las trabajadoras sexuales. Hay una escena en la que él golpea a una de estas jóvenes, porque lo llamó “cachudo”. Ella termina en el piso, aterrada, mientras que él le lanza dinero. A pesar de la escena, muchos de los espectadores rieron. Un hombre que estaba sentado en la butaca de atrás, al interior de la sala de cine, dijo: “Está bien, pues, por puta”.

Luego, sin tener conexión alguna con la narrativa de la historia, aparece un grupo denominado “Los primos”. Ellos deciden cobrar revancha y, para recuperar el ‘honor’ de Andrea, secuestran a Rodrigo Altamirano, lo golpean, torturan y sodomizan.

Me parece que la defensa al ‘honor’ se hace presente durante toda la película. El problema, creo yo, es que la interpretación de ‘honor’ es asumida como una defensa masculina al pudor femenino.

Nuevamente la justicia adquiere rostro de hombre y ellos, los supuestos justicieros, son jóvenes humildes que la historia representa y estereotipa como personajes que solo logran hacer justicia a través de la violencia. Por este hecho, “Los primos” son encarcelados y con ellos, Andrea.

Al final de la película, los espectadores se dan con la sorpresa de que, a raíz de la violación, Andrea salió embarazada y tuvo a un niño al que define como la “razón de su vida”. Esta forma de sublimizar al producto de una violación sexual dista mucho de la realidad y denota una insensibilidad total en la construcción del relato.

El problema de que ciertos cineastas peruanos se aventuren a escribir guiones y a dirigir películas sobre temas extremadamente delicados, es que en lugar de involucrarse, observan. Hay una gran diferencia entre ambas acciones. La primera implica hacer algo más que ver y oír; obliga a sentir.

En “Mi último suspiro”, Luis Buñuel cuenta cómo logró filmar “Los olvidados”, película que le valió el premio a mejor director en el Festival de Cannes:

“Óscar encontraba interesante la idea de una película sobre los niños pobres y semiabandonados que vivían a salto de mata (a mí mismo me gustaba mucho Sciuscia, de Vittoria de Sica).

Durante cuatro o cinco meses, unas veces con mi escenógrafo, el canadiense Fitzgerald, otras con Luis Alcoriza, pero generalmente solo, me dediqué a recorrer las ‘ciudades perdidas’, es decir, los arrabales improvisados, muy pobres, que rodean México, D.F. Algo disfrazado, vestido con mis ropas más viejas, miraba, escuchaba, hacía preguntas, entablaba amistad con la gente”.

¿Más claro?

Ah, en la película vi demasiados senos y apenas una parte del trasero de Jason Day. Y es que las mujeres seguimos siendo carnadas cuyo talento debe estar subordinado a sus senos y cuerpos. Son estos los que logran llenar las salas de cine.

El sabor que me dejó el filme es que hay mujeres ‘dignas’ e ‘indignas’, ‘buenas’ y ‘malas’. Y la verdad es que solo hay mujeres que sufren y sobreviven a los estigmas que esta clase de historias refuerza.

Este texto está dedicado a las más de 46 mujeres peruanas que cada día denuncian haber sido víctimas de violencia sexual. A ellas y a las que callan, mi amor y solidaridad.


Escrito por

Milagros Olivera Noriega

Feminista. Este es un diario abierto. @nousocolet


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