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Niñxs que importan

Si eres -o pareces-maricón, tu edad es lo de menos.

La mayoría de nosotros nos damos cuenta de que somos lesbianas, gays y trans desde muy pequeños. Unos los visibilizamos, otros lo escondemos. ¿Por qué nos escondemos y reprimimos lo que sentimos? Porque cuando somos auténticos, la homo-lesbo-transfobia se activa y empieza la violencia sistemática, una violencia que tal vez no pare hasta llevarnos a la depresión y el suicidio, y sobre la cual necesitaremos autoreconstruirnos, buscar a personas como nosotrxs, volver a amarnos y seguir viviendo con la esperanza de ser felices. La homofobia es incontenible, y empieza en la casa y el colegio, en los lugares en donde se supone que estamos "protegidos" por el amor y la educación, por eso la urgencia vital de implementar políticas públicas que protejan a los LGTB, porque no solo nos matan, porque hacen también que nos matemos de a pocos, porque no solo son extraños, muchas veces nuestra propia familia es el activador de la violencia y nuestro principal verdugo.

Verónica Ferrari

Publicado: 2014-02-06

¿Cuál fue el error de Sebastián Reategui? ¿Qué hay en él que está ausente en los demás niños de la competencia y provoca además de violencia, el silencio cómplice de los medios de comunicación ante su caso? ¿Si los ataques hubieran sido por provinciano, por afrodescendiente o por mujer, hubieran permanecido igual de callados? Seguro que no. La condena hubiera sido inmediata. Todos los periodistas hubieran dejado bien clara, a manera de ejemplo, su indignación y profundo rechazo ante los cobardes insultos que recibiría el niño. Pero no pues, resulta que la causa es otra, una que quizás ellos también desprecian en el fondo de sus pútridas existencias. Quizás millones de peruanos comparten el mismo rencor. Quizás por eso a nadie le importa, y el niño tiene que enfrentarse prácticamente solo a todas las agresiones.

Sebastián Reátegui no se besó con otro niño en la plaza de armas. No se alzó a favor de la unión civil. Tampoco se vistió de mujer en sus presentaciones ni reveló infidelidades en el valor de la verdad. Todo indica que su delito se puede reducir a lo siguiente: tiene un pene y no es masculino. Eso es todo. Y en el Perú es más que suficiente para ser condenado a la marginación colectiva y a constantes ataques por no encajar en un molde obsoleto de “masculinidad”, que sólo sirve para hacernos las vidas más miserables. No parece importar en lo más mínimo si se trata de un niño o un anciano, un maricón es un maricón, no hay lugar para la misericordia. Son ataques que los jóvenes y adultos soportamos con dificultad y no sin consecuencias psicológicas, y que provocan los suicidios anuales de cientos de adolescentes en nuestro país. Es difícil imaginarse cómo resulta para un niño.

Captura de la periodista esther vargas

Tres tendencias son reconocibles en medio de tanto rebuzne, y dos son más claras que la otra: Los primeros, seres extremadamente cobardes que arremeten contra él sin pasear a nadie: lo acusan directamente de maricón. Convencidos de su cabritud, creen que por eso no sólo mereció perder, sino que debe ser públicamente humillado quizás para que ningún otro niño como él vuelva a salir en pantallas (¿lo lograron?). En segundo lugar, están quienes lo “defienden” acusando de perversos e inhumanos a los primeros, pero no -no te confundas-porque crean que ser gay sea algo bueno, sino porque niegan a toda costa que Sebastián pueda ser gay. “Es muy niño para que le digan cosas tan feas”, tuitea una incauta. “¿Cómo pueden decirle homosexual a un niño? Es muy chiquito para que lo traten así, ¡Salvajes!” reclama un indignado padre de familia. Yo en realidad no sé cuál es peor. Porque digo, al menos los primeros reconocen que se puede ser niño y gay, sólo que no les gusta; en cambio los segundos parecen creer que uno se vuelve gay al recibir el DNI. Es decir, no les parece mal que se le agreda por maricón, les parece mal que le digan algo tan horrible como "maricón" a un niño, y seguramente si mañana saliera a decir que lo es se unirían al primer bando. Por último, a lo lejos, están los pocos que reconocen que Sebastián puede ser gay, o no, y qué bien por él si lo es.

Pero para efectos prácticos poco importa si al niño le gustan o no las barbas, con su feminidad basta. Recuerdo cuando Verónica Ferrari comentó en una entrevista que la violencia contra lxs niñxs lesbianas, gays y trans es un hecho particularmente difícil, puesto que aquellxs que son discriminados por el color de su piel o por alguna discapacidad, por ejemplo, suelen encontrar en sus hogares el apoyo para superar esos traumas. Nadie pensaría que un padre afrodescendiente le diría a su hijo algo como: “está bien pues, te lo mereces por negro. ¡A ver si así te haces blanco!”. Con nosotrxs no pasa lo mismo. Nosotrxs sabemos que no podemos decir en casa que nos jodieron en el cole por maricones, porque lo más probable es que nos agredan más o que nos lleven a terapia psicológica en el peor de los casos. Hoy Sebastián saborea el precio de ser visible, de haberse presentado ante las cámaras tal y como es, de acompañar su maravillosa voz con su soberbia coquetería y la gracia de su baile. Sus padres probablemente no quieren hablar de este tema y guardan la esperanza de que la pubertad lo masculinice. Ahí le llegará más testosterona seguramente. ¿Para qué salir a defender a un hijo marica? La vergüenza pesa más que el amor. Sebastián seguirá recibiendo ataques y nuestros congresistas seguirán diciendo que en el Perú no existe la homofobia.

Una cosa queda muy clara: a los homofóbicos, sí, a todos esos cristianos fundamentalistas y derechistas conservadores les importan muy poco los niños. Es evidente. Pese a que los usan a su antojo para defender y justificar sus propios prejuicios, al final su incontenible odio hacia nosotrxs los embarra de pies a cabeza. Para un homofóbico un niño es un arma. Arremete contra los derechos LTGB so pretexto de defenderlos de tragedias imaginarias, pero no vacila en atacarlos si ve que no encarnan su rancia visión del sexo. Los niños son lo de menos, lo único que les importa es imponer su odio y afianzar la discriminación. Y si hay que pisar a un niño de 11 años o a cien, pues que así sea. ¿Cuánto odio puede contener un adulto para atacar de esa forma a un niño? ¿Acaso los derechos del niño no aplican a los niños femeninos? ¿Por qué nadie dice nada? ¿Es que tenemos miedo o es que estamos de acuerdo?

TOMADA DE UNA PÁGINA HOMOFÓBICA EN FB

Le guste lo que le guste a Sebastián, y seguramente sin querer, ha puesto sobre la mesa un tema pendiente por demasiado tiempo: la diversidad sexual infantil. Ya es tiempo de que abramos los ojos: Las lecas son lecas desde niñas; las trans son trans desde niñxs; y las maricas somos maricas desde niñas. No nos transformamos por violación, ni porque nos cae un rayo en la cabeza, ni porque nos decepcionamos de un amor del sexo opuesto, ni porque vemos a una pareja del mismo sexo besándose en la tele. No seas idiota. Yo no creo que haya nada de natural en la sexualidad humana, pero si lo ponen en esos términos, somos nosotros los únicos que podríamos insinuar que somos “naturalmente” maricas. Nuestras familias, la escuela, la iglesia, los libros, los cuentos infantiles, todos los programas de la tele y todas las canciones de la radio nos han exigido ser heterosexuales. No sólo nos han dicho que ser heterosexual es la única forma posible de ser un humano legítimo, sino que además nos han mostrado lo no heterosexual como indigno, censurable y repugnante. Han condicionado el amor y el respeto hacia nuestras vidas según nuestra disposición a reproducir el sistema político de la heterosexualidad. Y pese a todo no les hicimos caso, y preferimos escucharnos a nosotrxs mismxs. Aunque yo no lo crea, quizás tu heterosexualidad sea algo natural, pero no puedes asegurarlo, puesto que has sido coercionadx para serlo. Nosotros también lo fuimos, pero elegimos optar por otro camino, el nuestro.

Así que sí, sabemos muy bien lo que somos desde muy pequeños. Algunos nos aceptamos en la adolescencia, otros en la juventud, otros en la adultez, otros en la vejez y otros mueren sin jamás aceptarlo. Pero aquí estamos, y de ahora en adelante, antes de oponerte a la adopción por pensar que “los niños pueden volverse gays” (como si fuera algo malo), piensa primero que millones de niños peruanos ya lo son, y que la enorme mayoría de maricas venimos de familias heterosexuales (y de una sociedad agresivamente heterosexual). Antes de oponerte a nuestros derechos porque “hay que pensar en los niños”, piensa también en lxs niñxs trans, lesbianas, gays y bisexuales, que el ser diversos no los hace menos niñxs.

Es triste que incluso aquellos que se presentan como “progres” sigan pensando en gay como algo negativo, contaminante, peligroso o que atrae el peligro. Sí pues, ser y sobre todo parecer gay es peligroso, pero teniendo miedo de decir que un niño puede ser gay no cambiamos nada. ¿Acaso la gente tiene cuidado para decir que un niño es heterosexual? No, al contrario, no sólo nos dicen que somos heterosexuales sin preguntarnos, nos obligan a creerlo y a decírselo a los demás. Como ven, al niño ya lo están agrediendo por parecer gay sin necesidad de que digamos nada, ¿entonces qué hacemos? ¿Saltamos a pedir que esperen hasta que tenga 18 para preguntarle y que recién ahí lo agredan según la respuesta? O desde ya decimos: "Sí pues, fácil es el niño más gay de la tierra, ¿Y? ¿Cuál es el problema?". La decisión es tuya. Todos sabemos lo que pasa cuando miramos hacia otro lado mientras suceden las injusticias.


Escrito por

Gonzalo Meneses

Psicólogo Social, marxista rosado, marica escandalosa, cholo, feminista, ateo, abortista, gamer, geek y otaku. Twitter: @Cazador_Diurno.


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