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La resaca por el día de la lucha contra el sida

Omisiones y olvidos estructurales en un escenario de epidemia concentrada.

Ronny Álvarez

Activista gay del MHOL

Publicado: 2013-12-03

El día lunes 2 de diciembre, aprovechando que no tenía quetrabajar y después de regresar de  Chiclayo, donde también se celebró el Día de Lucha contra el sida el sábado último, me encontraba de casualidad viendo el canal del Estado, que desde hace un buen tiempo se ha convertido en una alternativa ante la precariedad y desaliento que generan los programas de los otros medios televisivos. En el programa “El Congreso Informa” se realizó una entrevista en la que participó el actual Coordinador Nacional de la Estrategia Sanitaria de ITS, VIH y sida (ESNITS/VIH/sida) del Ministerio de Salud (MINSA), Carlos Benites Villafana, y un representante de la sociedad civil, Julio César Cruz, de Prosa, cuya organización trabaja específicamente en el soporte a personas que viven con VIH y sida, con la cual incluso he tenido la oportunidad de coordinar años atrás bajo el contexto de un proyecto justamente de respuesta al VIH. 

En la entrevista se mencionó de manera acertada –y que no es ninguna novedad– que el 97% de casos de infección por VIH se había producido por relaciones sexuales no protegidas. Sin embargo, una omisión que me llamó la atención fue sobre qué tipo de relaciones sexuales, sobre qué actores en qué tipo de relación sexual específica; pues, al parecer se hablaba de relaciones sexuales en abstracto y, por lo tanto, de un contexto completamente desexualizado.

Curiosa omisión, teniendo en cuenta que el VIH y sida es una infección que en el Perú se transmite casi exclusivamente de manera sexual, y que a su vez actualmente se sabe qué tipo de poblaciones son las más afectadas. Por lo tanto, dicha omisión refleja definitivamente la resistencia de nuestro Estado de hablar abiertamente sobre relaciones homosexuales, bisexuales y, por ende, sobre el ejercicio de la sexualidad. En ningún momento se mencionó que la población de travestis es la más golpeada por la epidemia. Solo el representante de la sociedad civil mencionó de manera tímida que la infección se concentraba en la población de “hombres que tienen sexo con otro hombre (HSH) –término incluso que desde la comunidad LTGB organizada se evita usar (cursivas mías)–, pero que en realidad el Estado debe pensar en toda la sociedad, especialmente en los jóvenes”. Es decir, ¿se encuentran en un espacio público, en el canal de todos los peruanos, y no informan correctamente a la población acerca de qué tipo de escenario epidemiológico nos enfrentamos? ¿Qué tipo de vocero de sociedad civil con tanta información acerca del VIH no menciona la existencia de poblaciones más expuestas?

Incluso, el representante del Estado confirmó que la preocupación actual son los hombres bisexuales, porque siguiendo la ruta de la infección, son estos los que llevan la infección a sus hogares, es decir, a sus esposas o convivientes, y quizás a sus futuros hijos. Por lo tanto, lo que quedó claro en la entrevista, fue que la preocupación de las políticas estatales están o deberían estar en función a prevenir un escenario inexistente, y que, además, según el comportamiento de la epidemia en el país, no existirá. Ese ficticio escenario es la de un escenario de epidemia generalizada, común más bien en África, pero en el Perú, teniendo datos estadísticos comprobados, nos encontramos frente a una epidemia concentrada en travestis, hombres gay y otros hombres con prácticas sexuales con otros hombres, gay o travestis.

Por último, se rectificó que el grupo poblacional más afectado es el de 25 a 35 años, pero de igual forma no se mencionó para nada qué tipo de población joven es la más afectada, ¿acaso este porcentaje carece de identidad?, ¿carece de rostro? Será que después de más de 30 años de epidemia y supuestos avances en el país, no podemos identificar quiénes son los más vulnerables. Acaso no sabemos que son las travestis las viven en un contexto muy vulnerable, en el que deben dejar la escuela por la discriminación y abuso sufrido en los centros educativos o que son los gays y travestis jóvenes que tienen un inicio sexual en espacios de intercambio donde muchas veces no media el uso de preservativos. Se desconoce acaso que existen espacios como saunas, videos, bares, discotecas donde se realiza intercambio sexual con participación no solo exclusiva de población homosexual.

No tiene ningún sentido hablar de trabajar la prevención en la población más afectada, los jóvenes en este caso, según los entrevistados, cuando estos jóvenes carecen de rostro, pues ello solo sería una reacción de un Estado homofóbico que no quiere nombrar a un sujeto al cual mantiene históricamente en la negación. Similarmente, recuerdo cuando se hacía un escándalo al mostrarse que la razón de infección hombre-mujer era de 3 a 1 (la cual se ha mantenido así desde hace más de diez años) y se lanzó la campaña millonaria “El sida tiene rostro de mujer”, y nosotros respondíamos con otros compañeros: “¡Claro que tiene rostro de mujer, de mujer travesti!” Ahora la epidemia tiene rostro de joven, y pregunto ¿qué tipo de jóvenes son los más vulnerables? ¿Por qué es tan difícil para nuestro Estado nombrar a un gay, un bisexual o una travesti, o es que el nivel de homofobia institucionalizada llega a niveles de asco por nuestras existencias que nos convertimos en innombrables?

Definitivamente dicho espacio, a mi entender, confirma lo que ya podría considerarse como un comportamiento estructural del Estado, que es la sistemática negación –que va de lo verbal a lo político– de sujetos sociales que no gozan de ningún marco de protección y que más bien son blanco de diferentes impactos de violencia estructural: pobreza, bajo acceso a servicios de salud, educación, discriminación racial y desatención de la aclamada política de inclusión del gobierno actual. Claro, quizás si tuviéramos la terminología quechua de travesti, gay, bisexual, o mostacero podría colocarse este como un gran eslogan que compita con los nombres de los otros nombres que al menos pretenden lograr una inclusión lingüística.

Finalmente, esperaba más en dicha entrevista, sobre todo viendo a dos actores que no son nada novatos en la temática del VIH; o es que el canal del Estado les dio un guión el cual prohibía explícitamente hablar de travestis, gays, maricas, cabros, roquetes, mostaceros, cacaneros, quienes son verdaderamente los más afectados en por esta epidemia. Resta mucho, claro, responder a por qué el Estado cobertura a menos del 3% de toda la población travesti, gay, bisexual, que es donde se encuentran el grueso de las personas diagnosticadas, o por qué el gasto nacional en sida se direcciona a otras poblaciones en donde la epidemia es ínfima. Definitivamente, el Estado en esta problemática vive una resaca que le hace leer erróneamente sus propias estadísticas, y enfocar de manera inequitativa sus políticas de salud.

Una resaca que se denomina hetenormatividad, homofobia y doble moral, resaca de las que a su vez produce retribución, por sentir que se hace lo correcto y que se beneficia al presunto más vulnerable. Y esta resaca es una eterna resaca, de la cual el Estado se embriaga y la disfruta, pues mencionar y hacer por lo otro negado, le provocaría náusea, y evita que luego tenga que tragarse su propio vómito.

Por ello, yo preferí no embriagarme de ese contenido y, más bien, no celebrar nada en relación a la respuesta inexistente del Estado frente al VIH. Pero, después de escuchar dicha entrevista no pude más bien ocultar la sensación de malestar que me provocó, por lo que pregunto al Estado y a algunos actores de la sociedad civil, ¿qué hago con mi propia sensación de náusea que me provocas?


PD: Para la prensa también somos inmombrables, y estimula, naturaliza y mantiene los prejuicios.


Escrito por

Feministas

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