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A mi nadie me obligó a ser feminista

Feminista: sujeta excéntrica

Rocio Maldonado Alarcón

Shulla

Publicado: 2013-09-13



...el sujeto en la teoría feminista tiene la capacidad de obrar, de moverse y dislocarse de forma autodeterminada, de tomar conciencia política y responsabilidad social, incluso en su contradicción y no-coherencia. (“Sujetos excéntricos”, Teresa de Lauretis, 1987: 137)


En el año 2008, luego de conocer y ser parte de algunos espacios –activistas y teóricos- del feminismo en el Perú, decidí asumirme como feminista. nadie me obligo a hacerlo. Han pasado fugazmente 5 años desde entonces. La primera ventana que abrió en mi vida el feminismo fue la posibilidad de autodeconstrucción y me ayudó a reconocerme como parte de una identidad, sí “mujer”, que responde a un devenir histórico y que guarda muchas contradicciones. El feminismo me dio libertad para pensarme y rehacerme. Y puedo decir que es una senda en la que no hay retroceso posible.

Escuché hace poco esta frase “cuando puedes mirar, es imposible dejar de ver” y aunque sea tautológica, considero que para las mujeres que nos asumimos como feministas llega a tener un significado importante en el sentido de que no es sencillo ser y vivir como “mujer feminista”. Asumir el feminismo implica el compromiso de luchar por la posibilidad de cuestionar el aparato social heteronormativo que nos posiciona en un lugar social, económico y político desigual, y que habita en nuestras mentes y marca nuestros cuerpos. Es una apuesta que pasa por una misma. Y efectivamente cuando abres los ojos “feministas” no puedes dejar de ver que este es un mundo hecho por hombres para hombres, y que tenemos que empujar para tener un lugar reconocido y gritar para hacernos oír. Ojo, cuando me refiero a hombres me estoy refiriendo al pensamiento patriarcal, blanco y occidental que ha determinado la construcción de al menos nuestra sociedad.

Entonces, concibo el feminismo como un proyecto político, recordando a cada paso que lo “personal es político”, ¿cómo?, lo político se hace personal en los efectos subjetivos que tiene sobre mi experiencia como ser humano (hembra) en el mundo, y que mi cuerpo de mujer está marcado por especificidades históricas (de clase, raza y sexo) que me determinan como mujer así y no asá. Vuelvo a esto porque creo que es una necesidad política no perder de vista la apuesta del feminismo de los distintos feminismos. Mi intención es llamar la atención de mis compañeras feministas sobre la vigilancia propia que debemos tener sobre los discursos que sostenemos y permitimos. Me lleva a escribir esto, los constantes comentarios inquisidores que he leído en las redes sociales que sostienen que el feminismo sigue buscando un sujeto único, una única forma de ser mujer y creo que esa falacia hay que denunciar y mantenernos firmes en nuestra apuesta.

Por esto retomo lo que Teresa de Lauretis (Italia, 1938) ha trabajado justamente cuestionando al feminismo, interpelándolo, porque de eso se trata, de derribar lo que es naturalizado y entendido como “lo normal”, lo válido incluso desde el feminismo. Esta teórica contemporánea es una de la mas criticas del feminismo hegemónico y nos propone reconocernos como “sujetos excéntricos” es decir, como un sujeto “móvil y múltiple”, que vive entre la negatividad crítica de su propuesta teórica y la positividad afirmativa de su accionar político, atravesado por discursos y prácticas contradictorios que están siempre en construcción. 

Nosotras las feministas no somos inmunes al género y su estructura, pero sí, podemos ser y somos sujetas excéntricas que cuestionamos, autocríticamente tratando de distanciarnos lo más posible de las determinaciones del pensamiento heteronormativo, occidental. Reconociéndonos como lo excedente, lo irónico. Lo excéntrico, eso somos. Queremos cuestionar las formas de entender el mundo y la posición que nos han atribuido aquí, y hacernos con nuestras propias manos y nuestras propias ideas, reconociendo nuestras poderosas diferencias y la amplia diversidad de identidades.

Las feministas estamos dentro y fuera del sistema sexo-género, no escapamos de eso y lo sabemos. Es un deber político reconocer nuestras diferencias en el pensamiento y acción feminista como partes de un todo, de una utopía conjunta, sin cobardías, sin medias tintas, sin discursos “políticamente correctos” justamente eso: no somos “correctas” en un sistema socio-sexual que exige una mujer domesticada, creyente, confesa, destinada a reproducir y sostener un sistema de producción de modelos hegemónicos de vida, heterosexuales, que invisibiliza las diversas formas de ser y vivir. Negando posibilidades justas de vivir libremente. Castra nuestro derecho a una sexualidad libre porque es la sexualidad lo que más nos controlan, si tenemos hijos, si no los tenemos, si te acuestas con él o ella o ellos y ellas, si te casas o no, si disfrutas de eso o no, en fin.

Es para mí un atrevimiento decir que el feminismo y las feministas no reconocemos la diversidad de nuestras identidades de nuestras mujeres y de nosotras mismas. Procuramos entender que somos mujeres distintas y atravesadas por múltiples diferencias, muestra de esto son las diversas corrientes y luchas que se han abierto desde el feminismo. No olvidemos que ha sido el feminismo la lumbrera que se abrió para darnos una eventualidad de salir de la cárcel de la domesticidad y la maternidad obligada, así como abrió posibilidades de ciudadanía femenina y diversas libertades y placeres. Que aún hay mucho por hacer, decir, pensar, cuestionar, por supuesto.

Somos distintas claro que sí, o dígame pues usted feminista de clase media, blanca, heterosexual, cristiana, si puede decir que es una ciudadana posicionada en el mismo lugar que la rondera, que la dirigente del comedor popular, que la madre soltera. No, no somos iguales ni estamos en la misma posición y sería bueno empezar por identificar nuestra posición y reconocer la de la “otra”. Nuestra principal diferencia, es la de clase, por lo tanto desde donde enunciamos y nos paramos a afirmar, a denunciar, a reflexionar nuestro feminismo es importante mostrarlo, ser conscientes de eso. De pronto se vuelve fácil decir que es posible un “feminismo cristiano”, yo creo que eso es una contradicción. Las creencias religiosas son un derecho, así como el ejercicio de la sexualidad, pero no mezclemos peligrosamente categorías que definitivamente sabotean y enredan lo que el feminismo está tratando de desenmarañar.

A mí nadie me nombro feminista, yo lo asumí, por lo que creo que es una tarea personal y política cuidar lo que afirmamos y lo que no, recordando que son los discursos lo que nos constituyen, no perder de vista que esta es una apuesta que si bien no tiene normas establecidas y que no necesitamos un barómetro para saber quién es menos o mas feminista, sí es una apuesta que exige coherencia. Y aquí quiero hacer alusión a la imagen que acompaña este escrito, que dice unleash you inner male (desata tu hombre interior), por dos cuestiones; una, no nos engañemos a nosotras mismas, el feminismo es una opción no una imposición, si te asumes feminista –desde el matiz que desees– conócelo y descúbrete en el, hazlo tuyo; dos, recordar que nombrarse feminista no nos exime de las construcciones sociales machistas y que necesitamos desatar, cuestionar y mantener amarrado a ese hombre que habita en nuestro pensamiento, para que no termine hablando por nosotras.

Las feministas sabemos que existe la necesidad política de reconocer nuestras diferencias internas y tomar conciencia de ellas, admitirnos, aceptarnos, querernos, respetarnos, pero no por querer sonar conciliadora dejaré de ser excéntrica. Yo no le ofrezco la “otra mejilla” al patriarcado.


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Feministas

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