Las mujeres conocemos bien la historia del fujimorismo. No solo fue un partido que se hizo de la presidencia del país luego de engañarnos prometiéndonos "honestidad, tecnología y trabajo", no solo nos impuso la dictadura más corrupta de nuestra historia, no solo pervirtió a las instituciones del Estado comprando las conciencias de magistrados, abogados, políticos, militares, periodistas, medios de comunicación, empresarios, entre otros; sino que también, planificó y llevó a cabo una política genocida y de "limpieza social" hacia miles de mujeres peruanas pobres, indígenas, quechuahablantes y racializadas, a las cuales les quitó la posibilidad de decidir y condenó a muertes terriblemente dolorosas, haciéndolas más vulnerables de lo que ya eran.

El fujimorismo trató de engañarnos llevando a muchas mujeres al Congreso, pero mujeres siervas de poderes totalitarios y cómplices de la corrupción, nos quiso engañar creando el Ministerio de la Mujer, mientras en paralelo se diseñaban políticas nefastas para las mujeres, se fortalecía el conservadurismo en el Estado y se reafirmaban los infames pactos con los poderes religiosos (católicos y evangélicos), esos poderes que luchan día a día porque las mujeres sigamos estando en una posición subalterna, tutelada y disminuida, porque les conviene, porque saben que una mujer libre e independiente es peligrosa para su poder.

El fujimorismo, junto con el aprismo, no solo es el abanderado del terrorismo de Estado, de la corrupción y del autoritarismo, sin mencionar sus innegables vínculos con el narcotráfico  y los fundamentalismos,  también está a la cabeza de la lucha contra las mujeres, niñas, adolescentes, lesbianas, gays, transexuales y bisexuales imposibilitando, obstaculizando y limitando la posibilidad que las poblaciones más excluidas del país, que son asesinados diariamente, que son víctimas de discriminación, no puedan tener derechos, igualdad, ni la posibilidad de defenderse o protegerse de esta violencia sistemática y cotidiana.

El fujimorismo, gracias a sus operadores políticos Julio Rosas y Martha Chávez, impidió que la comunidad LTGB pudiera tener un derecho mínimo, básico y explícito: el derecho a que no los maten y a ser protegidos contra la violencia asesina de los homo/lesbo/transfóbicos. 

El fujimorismo, con sus operadores políticos, Aurelia Tan, María López Córdoba, entre otros, intentan eliminar la obligación del Estado para proveer a los y las adolescentes la educación sexual en las escuelas, penalizar el aborto terapeútico al concederle derechos absolutos al concebido, y permitir el castigo físico hacia niñas y niños como mecanismo "educativo".

El último intento del fujimorismo contra las mujeres es el liderado por el congresista Díaz Dios quien en compañía de Karla Schaefer y María López Córdova, y el monseñor José Antonio Eguren, han reunido 60 000 firmas para promover una ley cuya propuesta es penalizar absolutamente el aborto bajo el rótulo de "promover el derecho que tiene todo niño concebido a nacer" y también inician una cruzada para evitar que este gobierno apruebe, de una vez por todas, el protocolo de nacional de aborto terapéutico, el cual está despenalizado desde 1924.

Estos congresistas dicen defender la vida, pero nunca han respetado la vida de las mujeres y su derecho a decidir, a que no se las obligue a ser madre, a construir su futuro sin pobreza ni desigualdad, a ser ciudadanas con posibilidad de definir qué quieren y qué no.

Si en los 90 el instrumento del fujimorismo contra las mujeres fue el  Ministerio de Salud, hoy utiliza al Congreso de la República para reproducir la misma lógica violenta y cercenadora de derechos. Las mujeres no vamos a permitirlo.