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LEONES gays AMÁNDOSE

La heterosexualidad, esa extraña patología

Lo natural es la variedad

ELI VALLEJO

Publicado: 2013-09-18

Pese a que en el planeta Tierra lo único permanente es el cambio y lo más natural que existe es la variedad, un grupo importante de la población comparte la idea bastante extraña de que vincularse sexualmente solo con personas del sexo opuesto es lo natural.  

Lo que llamamos heterosexualidad no es un patrón único en la vida animal, como creen quienes niegan todo derecho a las parejas no heterosexuales. En la naturaleza, más bien, abundan las especies que cambian de sexo (esto es más común en los animales marinos), muchos animales tienen lo que llamaríamos “cuerpos intersex” (donde es casi imposible distinguir quién es el macho y quién la hembra) y son incontables las especies de mamíferos que tienen lo que - desde nuestro punto de vista humano –llamaríamos “conducta sexual homosexual”.

La heterosexualidad es, en realidad, una categoría social humana con muy corta existencia: se trata de un producto de la modernidad, específicamente de fines del siglo XIX y que ha pasado por diversas fases desde entonces, incluyendo su hegemonía, pero también su reciente cuestionamiento. En inglés, el primer uso de la palabra “heterosexual” está en una revista médica de 1892 y tiene un significado distinto al actual y más parecido a lo que hoy llamaríamos bisexualidad: la atracción a ambos sexos y relaciones sexuales sin fines de procreación (1).

¿Estoy tratando de decir con esto que lo natural es la homosexualidad y que los heterosexuales somos anormales? No, lo que trato de decir es que lo natural es la variedad. La posibilidad misma de que yo sea eso que llamamos “heterosexual” (por ahora) y tú no lo seas. Quienes apelan a la naturaleza para negarle derechos a otros humanos evidentemente desconocen esto. Han construido su conocimiento de la naturaleza tomando los esquemas humanos socialmente creados: tomando su religión, su educación conservadora o lo que vieron en el cine, como patrón de referencia. Sin saberlo, apelan a lo social más que a lo natural.

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¿Por qué si la variedad caracteriza la naturaleza, los humanos no la toleran?

La vida humana es bastante más compleja que el mundo animal. Los humanos hemos creado distintas culturas y religiones. Usamos categorías socialmente construidas para entender el mundo y para comunicarnos. La cultura (cúmulo de valores, tradiciones, símbolos, etc.) ordena nuestra conducta de forma que, entre otras cosas, no dañemos a otros en nuestro afán de saciar el hambre, la sed, o nuestro deseo de tener relaciones sexuales. Sin embargo, algunas instituciones que son parte de nuestra cultura pueden dañar a otros humanos mucho más que la propia naturaleza. Eso es lo que sucede en muchos casos con la población LGTB: las instituciones existentes en una sociedad que no reconoce la diversidad, lejos de proteger sus vidas, las vulneran constantemente hasta llevarlos inclusive a la muerte.

El esquema mental en que se maneja la mayoría de la población es una asociación aprendida entre la identidad (cómo se define y es definida por otros esa persona) -la orientación sexual (quienes les gusta o con quienes tiene relaciones sexuales) - la reproducción (2). Lo que queda es un panorama bastante simplista que puede ejemplificarse así: un hombre, al que le gustan las mujeres y tiene sexo con ellas para reproducirse. Esta asociación se choca todos los días con la realidad cotidiana de la gente: mujeres que se enamoran de mujeres, hombres que modifican su aspecto para lucir como mujeres pero que se vinculan sexualmente con mujeres y hombres. Parejas de heterosexuales que tienen sexo por placer y/o amor y no con fines reproductivos. La variedad de combinaciones es infinita, como lo es en la naturaleza.

Podríamos dividir a la población en una infinita variedad de identidades y orientaciones sexuales; pero, bajo el matiz de nuestra cultura occidental, lo hacemos en categorías bastante simples hombre/mujer; y con orientaciones sexuales que asumimos como fijas e inmutables: heterosexual, homosexual, trans, etc. Más aún, desde la Iglesia Católica es sancionado el sexo con fines únicamente placenteros: ¿y quienes tienen sexo que no conduce necesariamente a la reproducción? De acuerdo con la Iglesia, pues la población LGTB. De acuerdo con la realidad y la naturaleza: casi todos los humanos (o me gustaría saber cuántos de ustedes tienen sexo con su pareja solo porque quieren reproducirse con ella).

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He querido tomar como punto de inicio “la naturaleza” pues es el punto más repetido por quienes son ciegos voluntarios en el mundo de los rodea. Sin embargo, quiero retomar en estas últimas líneas lo social, lo aprendido, la convivencia. Nuestras instituciones actuales, construidas bajo el influjo del patrón binario (hombre-mujer) y fuertemente influidas por lo religioso, no reconocen la variedad existente. De esta forma, un grupo es visto como sub-humano, como gente con la que no se sabe qué hacer, pues no encaja en las categorías que le enseñaron a reconocer. Se les fuerza a entrar a ellas de cualquier forma, se les obliga a ir a médicos o psiquiatras para modificar lo que son; en otros casos, se les asesina. La población LGTB es negada, no solo en sus derechos, sino en su propia existencia. La naturaleza acá tiene ya poco que ver. Son humanos dañando a otros humanos, tomando como referencia esquemas sociales aprendidos en su cultura y en su religión. Humanos e instituciones incapaces de reconocer la diversidad y el cambio en que se desenvuelven. Nuestro Estado, capturado por la Iglesia desde sus inicios, es un claro ejemplo de ello. Esta captura lo hace incapaz de responder adecuadamente a los ciudadanos y ciudadanas que le exigen derechos básicos como poder decidir sobre sus propios cuerpos. Y mientras tanto, mujeres y población LGTB siguen muriendo.


(1) Katz, Jonathan Ned. The invention of heterosexuality, vol 20. N 1 , Jan -Mar 1990, pp 7-34

(2) Estoy tomando como referencia las ideas de Judith Butler, filósofa posestructuralista.


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Feministas

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