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Call me mrs. benzedrine

La educación católica y las mujeres

Yo quiero ser libre y feliz  

MILAGROS OLIVERA NORIEGA

MILAGROS OLIVERA NORIEGA

Publicado: 2013-09-06

Muchas de nosotras hemos sido “educadas” en un colegio exclusivo para mujeres. Estuve once años en un colegio católico y tradicional, manejado por monjas. En ese lapso, me propuse firmemente que la visión conservadora que ahí querían inocularme no iba a regir mis decisiones.

Es una leyenda urbana la presencia de lesbianas en los colegios de mujeres. Recuerdo que, en una ocasión, en cuarto año de secundaria, una compañera esparció el rumor de que Fulanita era lesbiana porque andaba de la mano con Perenseja. Claro, la mamá de la supuesta “agraviada” armó un lío y la chica que emitió el rumor fue suspendida. En cambio, calificar a otra muchachita de puta era moneda corriente y nadie se inmutaba. Y es que de eso se trata: una mujer puede ser puta, si lo es en un silencio heterosexual, pero no lesbiana, ahí sí saltaban las monjas, las madres y hasta las mismas compañeras.

Lo curioso es que, en ocasiones, al entrar al baño, dos descuidadas adolescentes se besaban. Y al notar que una compañera las miraba, separaban manos y bocas y listo, aquí no pasó nada. Recuerdo a Bertha, a quien su promoción no le hablaba porque miraba mucho a Alina, la chica más linda del año. Y Bertha era lesbiana, al igual que Pierina y Elena, siendo esta última la razón por la que Joana y Lorena se pelearon, pues ambas estaban no solo en el mismo salón de clases, sino que también estaban completamente enamoradas de ella. Y Elena solo quería a Lorena. Un triángulo amoroso de aquellos, de esos que dejan huellas.

Pero de ellas no se hablaba, o se hablaba bajito, con tonito burlón y despectivo. Y estoy segura de que en mi colegio, aún hoy, años después de salir de ahí (gracias a “dios”), entran y salen más Berthas y Pierinas y Elenas que nunca, sin saber que pueden formar un frente sólido y digno, y que nadie en este mundo tiene derecho de burlarse de ellas por lo que son. Porque no se pintan las uñas y se visten diferente. Porque no les gustan los hombres.

Muchas de ellas son ahora profesionales, y muchas de ellas fuerzan su cuerpo y sus ganas para hacer felices a otros, los mismos que las juzgarían y voltearían el rostro al comprobar que el amor sí tiene un límite, pues “no pueden” querer a una lesbiana. Es curioso, ya que deciden vivir como mujeres heterosexuales, a pesar del rechazo que les genera las relaciones sexuales con varones.

Cuando te crías y creces entre mujeres, es normal el contacto íntimo entre nosotras. Es decir, la tensión sexual se libera a partir de tocamiento de los senos o el trasero, o cualquier parte del cuerpo. Es un paliativo físico que contradice los principios católicos que rechazan cualquier acercamiento no-heterosexual. Claro, todo en clave de broma, pero cuya frecuencia puede ser entendida como un desfogue sexual ante la represión, pues la mayoría recién mantuvo relaciones sexuales al terminar la secundaria, dada la presión existente y la estigmatización en torno a las mismas.

El sistema educativo en el que yo fui educada por decisión de mis padres no es único en el Perú y sigue generando represión, miedo, culpa, vergüenza y que muchas mujeres no se atrevan a vivir y amar como realmente lo quieren hacer. Los colegios para señoritas son muchos y la falta de voluntad para fomentar el respeto a la diversidad sexual genera en las estudiantes una concepción equivocada de la realidad, de lo que pueden hacer con sus cuerpos o de a dónde pueden dirigir sus deseos. Los colegios católicos siguen siendo la mejor arma del sistema para controlar la libre elección de las personas sobre la base de principios católicos, que impulsan el rechazo a las lesbianas, y a nuestros propios deseos.

He sido testigo de la opresión, la he vivido y padecido durante once años y todos esos prejuicios han golpeado mi psique con abrumadora naturalidad. Si ser puta en silencio era lo correcto, quiero ser puta en voz alta. Si la educación católica es, por definición, castrante, violenta, hipócrita y mutiladora de deseos, de placeres y de alegrías, yo les digo: que se joda la educación católica, yo sí quiero ser feliz.


Escrito por

Feministas

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